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Vivir en la INCERTIDUMBRE

Actualizado: 3 oct 2021

Ensayo para la revista VUELOS en Mayo del 2002



Ideas

Vacíos

Preguntas

Silencios...

Angustia


…varios diccionarios dicen significados de la palabra “incertidumbre”. Consultándolos encontré:


Falta de certidumbre

Falta de certeza

Falta de conocimiento seguro y claro sobre alguna cosa.

Falta de adhesión de la mente a algo conocible.

Temor a errar.

Duda, vacilación o indeterminación del ánimo. Entre ir o no ir. Cuestión que se propone para resolverla.

Perplejidad: irresolución, confusión.

Vacilación, estar poco firme una cosa en su estado, o tener riesgo de caer o arruinarse.

Indecisión, dificultad para decidirse.

Nunca había ido a buscar su significado formal, pero luego de leerlos supe que ya los sabía.


A todos nos sucede, ya que desde nuestro nacimiento nos rodean las palabras de los adultos que con significados que subyacen tras ellas y luego, si lo deseamos, las ajustamos a nuestra medida.


Pero cuando los adultos le hablamos a un bebé, a un niño o a un adolescente no estamos buscando los significados en el diccionario ante cada impronta lingüística. No obstante, culturalmente, los significados de las palabras están filtrados enlazados con el saber y el decir popular. Probablemente el significado de la incertidumbre nos haya llegado siempre a través de palabras tales como estas:


¿Cómo no sabes lo que querés?

¡Nada te viene bien!

¿Cómo que necesitas un tiempo?

Si o no, decidilo rápido.

No dudes, que ¿tenés miedo?

Sos una gataflora, nada te viene bien.

¡Qué feo ser inseguro!

Yo no lo hubiera encarado así.

Vos siempre con las mismas dificultades, siempre tropezando con la misma piedra.


La Real Academia Española “dice” acerca de lo que es la “incertidumbre”. No sólo se limita a definir el término sino que, cual oráculo latino, determina las posiciones subjetivas que se espera que adopte quien protagoniza la incertidumbre. De lo contrario, ¿por qué utilizar las palabras “temor”, “duda”, “vacilación”, “ir o no ir”, “confusión”, “dificultad”, etc.? Encontrar estos significados me permitió comprender que la gran mayoría de los occidentales hablamos de la incertidumbre con un dejo de angustia porque así está instalado culturalmente.


Algunos sujetos más afortunados que otros, pueden y quieren al pasar el umbral de la adolescencia, resignificar estas palabras, dándoles una vuelta un poco más propia. En ese momento, estas repuestas “de diccionario de Otro” que alguna vez recibimos, pasan a tener sólo la condición de datos, de información. Pueden orientar el camino de resignificación que hemos decidido emprender, pero no lo condicionan. Están allí y las tomamos como ingredientes necesarios para encontrarle al término un nuevo sentido, el propio.


En esta etapa del ensayo se me ocurre la siguiente pregunta: ¿De qué cuestiones puedo tener certidumbre en la vida? ¿Puedo tener un conocimiento claro sobre las cosas, los seres o los hechos? ¿Puedo tener la certeza de que las situaciones no corran riesgos?


Las cosas, los seres, las situaciones son únicas, irreproducibles y poseen el ciclo inevitable de nacer, permanecer y morir, dejando tras de sí un manto de vacío. Por lo tanto, los sentidos que podamos darles a las cosas (entre ellos a la palabra incertidumbre) no son cerrados, ya que en el vacío que su significado deja al morir, contamos con los gérmenes necesarios para construir nuestras propias resignificaciones. Gracias a que las verdades absolutas no existen es que los que poseemos intención de apropiarnos de los significantes que nos marcaron en la vida podemos hacer un viraje de sentido.

Mientras armaba este texto, una adolescente de catorce años, que está comenzando a descubrir estos vacíos internos, me recordó cómo es ese primer encuentro con la incertidumbre:


“ creo... que son bastantes las cosas que me están pasando”

“..esta desorganización que tengo en la cabeza.., esta cosa que tengo y que no sé qué hacer con ella..”

“esta sensación de sentirme vacía, indecisa..”

“de mí...”

“siento un vacío que no sé con qué llenar... un agujero... que duele... y cuando lo pienso no sé qué hacer... porque es también como que no me puedo permitir sentirme así... porque es diferente...”

“diferente... a antes, diferente... inseguridad...”

“es diferente a... cuando yo sabía qué era lo que quería, sobre mí, sobre dónde quería estar…”


....y luego del transcurso de la charla dice....


“entonces... ahí es cuando uno entiende que nada es perfecto y estable... sino que hay subidas y bajadas...”


A su vez, la realidad que nos toca vivir tiene la característica de permitirnos un acceso a la información absolutamente innovador. Por ejemplo, ahora no es necesario comprar el periódico todas las mañanas para saber qué está pasando en el mundo, ya que en la net, es posible saberlo en el acto y obrar en consecuencia. La velocidad en la información, lleva a una velocidad consecuente en los procesos, en los cuales todos estamos implicados. Lo que llega a nuestras manos hoy, en algún lugar del mundo ya es material de archivo.


Esto produce que nos encontremos con la incertidumbre más seguido de lo que estábamos acostumbrados hace una década. Los tiempos de resignificación no van de la mano con la realidad externa, porque cuando entramos en el proceso de una nueva apropiación ya está siendo destituida. Este suceder abrupto de realidades que hace que el vacío que dejan las cosas, los seres y los hechos, esté cada vez más carente de palabras propias y nos exige la elaboración de un duelo más veloz, para que sea posible pasar a otra instancia.


Ahora me confluyen dos ideas directrices del texto que se unen en una: es una incertidumbre encontrarle un significado propio a la incertidumbre.


Quiero dejar claro a qué incertidumbre me refiero. No a la de la Real Academia Española, sino a la que se genera al intentar hacer propio cada uno de los significantes que nos constituyen, a aquellas construcciones que nunca terminan de estar acabadas. Jorge Waxemberg dice: “Ni la historia ni nuestra historia dan una respuesta capaz de colmar el vacío dejado por una pregunta fundamental”. El vacío al que se refería la adolescente.


Entonces, repasando las preguntas introductorias reformulo:


¿Quién puede decir que sabe lo que no conoce?

¿Quién puede dar o tener certezas, seguridades, certidumbres?


La incertidumbre es la única certeza con la que contamos. Por lo tanto, si queremos convivir en armonía con ella nos queda tratar de quitar el peso cultural que la sociedad pone en la incertidumbre para quitarnos el traje del temor a errar, de la confusión, de la dificultad para decidirse.


La alquimia del significado se torna dificultosa cuando la raíz de la angustia ya está adentro del ser. Es un arduo trabajo interior el que tenemos que realizar aquellos que reconocemos, ya de adultos, que nuestra vida transcurre en un marco de incertidumbre. Pero el primer paso de ese trabajo consiste en cambiar las lentes con los que miramos la vida por unas nuevas que nos permitirá reconocer que, culturalmente, la ausencia de sentido estable y supuestamente verdadero se asocia con la muerte.


Muerte que esta sociedad se vive como lo lamentable, lo que no se desea para los otros, ni para uno mismo, lo que se llora. Pero, ¿cómo temer lo desconocido? ¿Realmente lloro por temor a la muerte o por temor a perder lo que he conocido, la vida? Cuanto más me aferre a las personas, cosas, ideas, a la imagen actual de mí entonces más miedo tendré de quien quiera quitármelas, por ejemplo, “la muerte”.


Pero es sólo cambiando la lente y pensando en el universo de posibilidades que rodea cada apropiación, que puedo minimizar la angustia que produce la incertidumbre. Debajo de todo lo que es, está lo que puede ser. El cambio de lente nos permitirá intentar desarrollar una “mirada hologramática”.


La palabra holograma proviene del griego holos = total y gramma = inscripción o dibujo. Haciendo referencia a los orígenes fotográficos del término las partes que componen un determinado objeto contienen información acerca de la totalidad de ese objeto. Pero solamente por medio de la interacción de las partes es posible reconstruir visualmente el objeto con claridad.


Por lo tanto es imposible para el ojo humano “mirar” en cada una de las partes el todo. De allí que propongo en el párrafo anterior, “intentar” desarrollar una mirada hologramática. El intento en tanto alternativa nos permite el desarrollo de una herramienta más allá de la posibilidad de alcance real.


Si consideramos que cada significación constituye una parte de la realidad y su caída de significado nos precipita con ese vacío de sentido éste, cual holograma, ofrece la totalidad de datos que la componen, los socializados por nuestra cultura y los otros también. El vacío “es” una parte importante de nuestra realidad, de nuestra existencia, y es precisamente en ese vacío donde se encuentra la información de toda nuestra realidad, de toda nuestra existencia. Sólo nos resta bucear en él.


Entonces: ¿es posible considerar el sin sentido como un potencial de sentidos? ¿Qué tiene de malo la muerte como para no deseársela a los demás? En consecuencia: ¿qué tiene de malo el sin sentido dentro de la humanidad? Y por lo tanto, le pregunto yo a los diccionarios:


¿Qué tiene de malo temer a errar?

¿Por qué considerar como “confusión” la ausencia de sentido parcial?

¿Por qué tomarse un tiempo para “decidir” tiene que ser una dificultad?


Nuestro holograma imaginario de significantes debe ser una y otra vez reconstruido, como un castillo de naipes que tiende permanentemente a ser rehecho y que a su vez está destinado siempre a derrumbarse de nuevo. Y en esa reconstrucción que lleva implícita la resignificación se ponen en juego las posibilidades de creatividad del sujeto. Creatividad que lleva a la construcción de nuevas estructuras significantes que nos sostienen, en una existencia propia.


Si ante el sin sentido tenemos un universo de posibilidades, todo es posible gracias a la incertidumbre. Por lo tanto, concluir diciendo que nuestra vida está enmarcada en la incertidumbre es un buen punto de partida para comenzar a quitar la angustia que culturalmente esta palabra nos dejó en el interior de nuestro ser.


BIBLIOGRAFÍA:


1.- Jorge Waxemberg: “La renuncia y el sentido de la existencia”, Ediciones Cuadernos de Cultura Espiritual, Buenos Aires, Argentina, 1991.

2.- “Diccionario Enciclopédico Espasa 1”, Editorial Espasa Calpe S. A., España, Madrid 1998.

3.- Jiddu Krishnamurti: “La libertad primera y última”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1977.

4.- Pablo Navarro: “La metáfora del holograma social”. Publicación de la Universidad de Oviedo, España, 1997.

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