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Soñé que el Che Guevara había muerto

"cuando abrís los ojos y te encontrás con que un sueño te hábito en la noche, no mires nada, no pienses nada, no leas nada, agarra tu celular, computadora o block de notas y escribirlo. No te distraigas ni un segundo, ni le quieras agregar prosa porque es un tesoro del astral que se va. Se queda completo en tu memoria, alma, o donde esté esa mañana apenas unos segundos. El trae un estado de vos mismo misma pero si no te querés enterar, lo entiende y se va.

El sueño es muy ético y respetuoso, te espera unos segundos y se va".

 

Soñé que el Che Guevara había muerto


Era mí tío, había ido a visitarlo a una casa muy rústica y chiquita en el medio del campo. Las paredes estaban sin revocar. Había dos piezas comunicadas a una cocina grande con una mesa de madera para comer. Por las ventanas no se veía nada, solo campo y eso a él le gustaba. Siempre estaba en silencio, no hablaba ni quería que le hablen.


A la noche preparó una comida afuera, a las brazas, no me acuerdo si era puchero o carne. Estaba rico, exquisito como siempre. Comimos en la mesa de madera. No le importaba si los platos quedaban lavados o sin lavar.


Me mostró que mi cama estaba en un rincón de uno de los dos cuartos cuadrados y a la cabecera tenía una ventana abierta. A él no se le podía decir ni siquiera que la cierre, podría hacer frío. Me acosté, él se fue a la suya.


Cómo nada pasaba y todo a la vez no cerró las puertas de la casa, hasta la de afuera estaba abierta.


Efectivamente a la noche tuve frío, buque la manta que estaba a los pies y con el brazo extendido cerré una hoja de la ventana sin levantarme. A la mañana siguiente, cuando me levanté estaba muerto en la suya boca arriba, con su boina puesta y las manos cruzadas en el abdomen.


Recordé el frío que sentí, esa noche y me di cuenta que, ese, había sido el momento. No lo toque porque estaba impecable, lloré, busqué cosas, pertenecías, no había nada. Ni los platos ni las ollas estaban. Encontré una mochila gastada. Salí con ella al camino que terminaba y empezaba en una tranquera cerrada. Del otro lado más nada. Grite de dolor y de la impotencia abrí su mochila y la vacíe arrojando sus cosas hacia delante. Y salió solo una muda más de ropa, pantalones de gabardina tipo campo, una camisa, un par de medias, alpargatas. Algo se fue más lejos, era su cuchillo de guerrilla, lo vi tan grande como una espada.

Pensé que solo vivía con dos mudas de ropa, la puesta y otra para partir. Me acerque a la tranquera y solo levanté su cuchillo.


Ine


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